Con el mes de Septiembre llegan los colores y los calores de la tan esperada Primavera: un tiempo en que la vida vuelve a surgir luego de un largo período de hibernación; la naturaleza, así como nuestro corazón, se llena de nuevos brotes de vida y de esperanza. Y así también queremos que ocurra con nuestra Iglesia: que el largo invierno de abusos y silencios ceda el paso a un renacer de nuevas formas de vivir en comunidad, más auténticas, más transparentes...
Septiembre es también el Mes de la Chilenidad: un tiempo en que la vida se vuelve tricolor, tiñiendo todo nuestro quehacer de los colores patrios. Que los tradicionales valores de austeridad y sencillez de vida, de hospitalidad y acogida a los forasteros se vuelvan una realidad en el Chile del siglo XXI: ¡que tanta modernidad no nos haga perder en humanidad!
Este mes está también consagrado al estudio y conocimiento de la Biblia. Dios ha querido revelársenos a través de una historia vivida en comunidad, a través de la memoria de sus hechos y de sus palabras, que son hechos de salvación y palabras de vida; porque lo que Dios quiere para sus hijos es que tengamos vida, y vida en abundancia.
El último Domingo del mes no olvidemos orar por nuestra Patria y por todos sus habitantes, para que Chile sea «un hogar para todos».