Amigas y amigos en el Señor:
En el día de nuestro bautismo, junto con recibir un nombre, recibimos también una vocación; es decir, un llamado: el llamado a la santidad. Dios nos invita a ser santos como él, lo que no es sinónimo de ser "perfectos", sino más bien de ser "misericordiosos". La santidad para el cristiano está dada por «la medida del amor», que no es otra cosa que «el amor sin medida», como diría san Agustín.
Este mes se inicia con el recuerdo agradecido de todos los santos; esa multitud de hombres y mujeres de todas las épocas, de las más diversas edades y condiciones, ricos y pobres, sabios e iletrados... que se distinguieron por amar con un corazón grande y generoso, y que hoy gozan de la alegría del Reino de Dios.
Durante el presente mes se desarrollará el Encuentro Nacional de los miembros de la «Red Mundial de Oración del Papa», instancia para crecer en la fe y reforzar los pilares de nuestra espiritualidad.
Demos gracias a Dios por la enorme gracia que ha significado para toda la Iglesia el Sínodo de la Amazonía, que acaba de concluir, y no dejemos de pedir por el desarrollo de la «III Jornada Mundial de los Pobres», a celebrarse el Domingo 17 de este mes. Que sean ellos, los más postergados de la tierra, quienes nos muestren el rostro amable, compasivo y misericordioso de nuestro Dios.