Amigas y amigos en el Señor:
El mes de Diciembre está indudablemente asociado a la Navidad: esa hermosa fiesta que nos recuerda que Dios ha querido compartir –en la persona de Jesús– nuestra débil y frágil condición humana para liberarnos personal y comunitariamente, como miembros de su pueblo, de nuestros pecados y de todo aquello que amenaza y daña nuestras vidas.
Diciembre marca también el fin de año; un año particularmente duro y difícil para la Iglesia en Chile. El mismo Papa Francisco –de visita en nuestro país– manifestó su dolor y vergüenza ante el daño irreparable causado a menores por parte de ministros de la Iglesia. Luego, en una carta dirigida al «Pueblo de Dios que peregrina en Chile», el Santo Padre llamó a desterrar la cultura del abuso y el encubrimiento, en favor de una nueva cultura del cuidado y la protección; también nos instó a dejar de lado el clericalismo y a tomar muy en serio la unción del Espíritu Santo de la que gozamos todos los bautizados.
Durante el tiempo de Adviento intensifiquemos nuestra oración, a fin de disponernos a esa conversión profunda y de corazón a la que nos invita el Señor. Que el modelo de amor y de entrega de la Inmaculada Virgen María –cuya fiesta celebramos con alegría– reavive nuestra fe, renueve nuestra esperanza y revitalice nuestra solidaridad.
P. Jorge Ramírez Benavides, S.J.
Director Nacional
